Las personas, independientemente del sexo al que pertenezcan, buscan constantemente técnicas para intervenirse quirúrgicamente, adecuándose así al patrón social estipulado. Con cuerpos esculpidos por bisturíes, se tornan referentes de una industria alimentaria que alimenta billones de personas.
Visto que la sociedad creó y legitimó tales patrones, la belleza se transformó en un pre-requisito para socializarse. En esta dura opresión, las mujeres de diversos países del mundo separan su propia vida de su personalidad para poderse adecuar a los estereotipos, recurriendo a incómodas y dolorosas situaciones en clínicas estéticas. Cuando en ese momento, se olvidan de que el bienestar y la felicidad no está unida intrínsecamente con algunos dígitos en la balanza.
En el mundo hay una gran preocupación en la forma de lidiar con esos problemas que paulatinamente conducen al deterioro físico y síquico de la persona. El gran escritor británico del S. XIX, Oscar Wilde con su épico romance filosófico llamado “El retrato de Dorian Gray”, retrata como aquellos seres que son obligados a la infelicidad o a cometer actos inconsecuentes, son capaces de cualquier cosa para mantenerse bellos.
Cuidarse sin embargo, tiene que ver con prácticas saludables, algo que nos aporte placer y no imposiciones.
Son la serotonina y la endorfina las causantes de nuestra sensación de éxito personal, no un solo pertenecer al canon social.
La belleza es una consecuencia del bien estar interior, puesto que el espejo debe ser un aliado y no tu enemigo.
En definitiva, las imposiciones sociales, los preconceptos, los prototipos supuestamente perfectos, entre de los métodos más comunes deben ser eliminados en pro de una sociedad donde la libertad esté siempre entre sus prioridades.
Que los ciudadanos del mundo se unan independientemente de las diferencias culturales, para romper con los paradigmas que osen agredir la integridad individual de las personas.
CON LA SALUD NO SE JUEGA.
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